No hay nada más malagueño en Málaga que ese vendedor de pescados que lleva faja roja, pantalones de denim azul con parchos en las rodillas,la cabeza emboinada, las manos en la cintura balancenado los dos cestos que cuelgan a los lados en los codos y en la boca aquel estribillo que llena el aire de estruendos: “Pescada, pescada fresca, langostinos, chanquetes y boquerones“.
No pocos de aquellos jabegotes que habían estado en la dura briega del copo tomaban sus cenachos cargados de boquerones, jurelitos, chanquetes, sardinitas, boqueroncitos y ranchos de pulpos, almejas, coquinas, pintarrojas y otros revueltos marinos, y se disponían a vocearlos por las calles de los barrios de la ciudad. El cenachero era entonces la figura más popular de aquella Málaga de bodegas, tenerías, baratillos de cuerdas y alpargatas, salazonerías y tabernas.
Como homenaje a este personaje malagueño, el escultor Jaime Pimentel en 1968 creó una figura de bronce donde reflejaba a la perfección la figura del cenachero. Originalmente su ubicación fue en el Paseo del Parque malagueño, tras diferentes traslados finalmente se encuentra en la plaza de la Marina, junto al puerto.